ECOLOGÍA Y ECOLOGISMO MILITANTE

Publicado por Antero Jiménez Antonio en el diario «Viva Jaén», (6-4Los cañones verano 2005-2010)

¡Cuántos atropellos se cometen en nombre de la Ciencia!… cuánto engaño y cuánta mentira se enlaza disfrazadas de cuestión científica para construir la patraña demagógica de una falsa sostenibilidad basada exclusivamente en la apariencia de las cosas y sin un análisis concienzudo de las realidades medio ambientales que deberían sustentar la auténtica sostenibilidad.

La Ecología es una ciencia y no un arma política al servicio, en ocasiones, de extraños intereses, y me armo de prudencia al calificarlos de extraños, cuando, tal vez, habría tenido que decir de oscuros intereses. Créanme que sé bien lo que digo, porque durante mi larga trayectoria como profesor, en mis aulas, he formado a mis alumnos en la verdadera Ecología. Han asimilado el profundo significado de esta ciencia y la repercusión de su aplicación para la conservación de nuestra naturaleza. Han aprendido y comprendido los factores que alteran los equilibrios de los ecosistemas y los mecanismos de reconstrucción de los necesarios equilibrios que salvaguarden la sostenibilidad de los mismos. Estoy completamente seguro de que muchos de mis alumnos podrían darles lecciones a algunos de los que hoy se han auto-nombrado “ecologista”, cuando en realidad no saben, ni siquiera, el significado de esa palabra.

Cuando hablamos de Ecología, tenemos que hablar de interacciones y equilibrios y nunca de hechos aislados que por sí solos, ni tienen significado y mucho menos trascendencia bajo el punto de vista científico. Como con ejemplos nos entenderemos un poco mejor, sírvanos el hecho de talar unos cuantos árboles en la ciudad. Ese hecho, en sí mismo, carece de interés ecológico siempre que de alguna manera sean repuestos en lugares más o menos próximos con el fin de que cumplan su función regeneradora del aire, algo fundamental en las ciudades. Pero se cae en la demagogia cuando enarbolando la bandera de la sostenibilidad se exige la conservación de esos árboles y concretamente de esos, ¿a caso ignoran que si son sustituidos (salvo que fueran especies insustituibles por algún motivo) en otro lugar y encima por muchos más, nuestro medio ambiente está ganando?. Es demagógico hacer una manifestación porque en una ciudad se talan unos árboles. Sólo habría que hacerla cuando se constate que no han sido repuestos. El ecologismo militante está cayendo en la más absoluta incredulidad por cosas como éstas. Si hay que mejorar nuestra ciudad y para ello hay que talar algunos árboles de forma justificada, hay que hacerlo o caeríamos en un inmovilismo que no puede justificarse en nombre de la ciencia. Si los árboles de la plaza de Santa María hay que quitarlos para mejorar esa plaza, habrá que hacerlo. Cosa distinta es que no guste el proyecto. Si así fuere, eso es lo que hay que manifestar sin utilizar argumentos ecológicos que no vienen al caso.Manantial de los cañones 2

La opinión pública debe saber distinguir entre la Ecología y el “ecologismo militante” que, en ocasiones, como las que últimamente estamos viviendo en Jaén, le está haciendo un muy flaco favor a la ciencia ecológica y, por tanto, al medio ambiente con su tremenda desfachatez, al abanderar causas completamente ajenas a la ciencia y que son sólo políticas con consignas urdidas en los despachos.

El verdadero ecologista debería preocuparse por los innumerables problemas que alteran verdaderamente el medio ambiente, como, por ejemplo, el vertido de alpechines sobre el río Eliche. Vertidos que se repiten año tras año y de los que, ¡gran casualidad!,  nunca se enteran. A cambio, ese falso ecologismo, el ecologismo militante, enarbola la bandera del “ecologismos” para defender los intereses económicos de un señor a quién le expropiarán terrenos suyos y de su familia cuando se construya la presa de laminación del río Eliche. Deberían preocuparse, también, de denunciar el uso masivo de fertilizantes altamente contaminantes, el uso de herbicidas de forma indiscriminada, el uso de pesticidas, sobre todo, los prohibidos.

Los verdaderos ecologistas, es decir esos que saben de lo que hablan, deberían preocuparse de la prevención de inundaciones en suelos en los que las mismas perjudican a su equilibrio ecológico alterando de forma significativa su subsistema. Se podrían poner muchos ejemplos, pero la obviedad me ahorra su enumeración para centrarnos en cuáles son esos perjuicios que las grandes avenidas de agua incontroladas producen:

  1. Destrucción de las riberas con la consecuente degradación de su flora.
  2. Fuerte erosión de suelos de cultivo cuyo mantenimiento ha supuesto el reequilibrio de muchas de las zonas ribereñas.
  3. Depósitos de materiales de erosión en las zonas más llanas, destruyendo con ello, no sólo el equilibrio hídrico, sino también innumerables terrenos de cultivo al producirse cambio importantísimos en el pH de esos suelos.
  4. Destrucción de la micro fauna y de la fauna piscícola.

Todas estas consecuencias no deseables son perfectamente evitables ayudando a la madre naturaleza a mantener los equilibrios. Uno de los medios, ¡de libro!, es mediante la laminación de las fuertes avenidas de agua;  otro es mediante la adecuación de los cauces. Ninguno de esos medios tienen por qué altear los equilibrios ecológicos, son más bien al contrario factores de reequilibrio, al permitir, primero la no destrucción del medio y segundo la auto-regeneración de la flora de ribera.

Los verdaderos ecologistas, siguiendo los dictados del Método Científico primero analizan,  luego emiten hipótesis o teorías, para buscar los remedios a los problemas analizados. Sólo los falsos ecologistas utilizan conceptos, para ellos totalmente desconocidos, porque ignoran su significado, completamente demagógicos y que no resisten el más mínimo análisis. Conceptos, que terminan en intoxicadoras simplificaciones, como que la destrucción de la piscifactoría de los Cañones fue debida a que el Puente de la Sierra está habitado por una suerte de “piratas” y “mala gente” que destruyen el medio ambiente. Si se les pincha un poco, hasta pueden llegar a decir que la culpa de la destrucción de esa Piscifactoría la tienen los habitantes del Puente Tabla… ¡qué más da!… el caso es demonizar a los “perversos” vecinos de los “Puentes”.

Pues no, señores, la destrucción de la piscifactoría de los Cañones fue culpa de la fuerte avenida del año 1996. El que no queden ni truchas en el río Frío ni barbos en las charcas naturales que se producían en la vertiente del Quiebrajano, la tienen las fuertes avenidas. El que en el reciente temporal que hemos padecido este invierno se hayan perdido cuarenta y dos árboles a lo largo de las riberas de los ríos Quiebrajano, Eliche y Jaén, la tiene las malas condiciones de los cauces que no han podido resistir la fuerte erosión de los miles de metros cúbicos de agua que han fluido por ellos.

La misión del verdadero ecologista es ayudar a solucionar los problemas de nuestros sistemas ecológicos y no crearlos. Concienciar de la necesidad de esas soluciones para evitarlos. Fomentar la forestación y reforestación de zonas donde solamente crecen matojos que se secan en verano  produciendo incendios. Concienciar sobre la necesidad de que los ganados pasten en los montes como una de las mejores prevenciones contra esos incendios. Convencer a las autoridades de que favorezcan la trashumancia y recuperen las vías agropecuarias. Convencerlas de que al proteger el medio ambiente nos están protegiendo a todos los ciudadanos. Los verdaderos ecologistas, nunca olvidan que los seres humanos, también somos parte de ese medio ambiente a proteger, incluso por encima de otras muchas consideraciones.

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