PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE LA TÍA LUISA

FILOSOFÍA COSMOLÓGICA

He minimizado la especulación filosófica con el fin de hacer que las «historias» sean más amenas. Por esa razón, he creído interesante introducir este apéndice resumiendo y puntualizando la manera de pensar de la protagonista de estas narraciones.

Todo el universo es energía en diversas formas sometida a las leyes de la Física

Piensa que el universo es energía en diversas formas pero que constituyen una sola esencia dotada de un principio generatriz, es decir que genera desde si mismo todo lo existente. Primero generaría la materia y como consecuencia se produciría el espacio y el tiempo, como conceptos ligados a la materia. Es natural, pues, tras esta concepción que explique que, sin tiempo, no existe espacio, y, sin espacio, no hay materia. En la concepción de la tía Luisa, el universo, es mucho más de lo que puede captar los sentidos, por sí solos o con las máquinas más sofisticadas. Universo es, también para ella, la existencia de mundos sin tiempo y por lo tanto sin espacio, constituidos por energía pura. En una de las apariciones de Paco, su esposo, él lo explica muy bien refiriéndose a la muerte. Le decía que él vivía en un mundo en el que no existe el tiempo, que él era energía pura y, por lo mismo, la individualidad de un ser vivos era solo relativa, como lo era la suya propia, aunque en órdenes distintos. Le explicó que ambos, vivos y muertos, forman parte de un todo en el que, el imperio, es la ley de la Física que hace evolucionar, en el caso de los vivos, la materia (que no es más que la energía revestida del espacio que proporciona el tiempo). En el mundo de los espíritus, al prescindir de la dimensión tiempo, la energía evoluciona en sí misma retornando a su esencia. Insistía en que nuestra autonomía, como seres individuales, es la misma que puede tener una célula respecto del organismo al que pertenece. En estas explicaciones, hay un contenido tremendamente contrario a la creencia general. Afirma que los muertos, para nosotros espíritus, son energía y, como consecuencia, están sometidos a las leyes físicas, como todo el universo. Tal vez, en lo más íntimo de nuestro pensamiento, podríamos asociar el espíritu a la energía, pero lo que nos choca de su teoría, es que estén sometidos a las leyes de la Física. Esto abriría, si fuera cierto, una nueva vía de investigación del mundo espiritual a través de la ciencia. En realidad, es lo que ya están haciendo algunos parasicólogos.

Todo el universo es un todo inseparable

La tía Luisa piensa que todo el universo está intercomunicado porque forma un todo inseparable. Nos dice: «Todo en el Universo, es parte de otra parte; así, una piedra es parte de una roca que, a su vez, es, seguramente, parte de una montaña, y, esa montaña, es parte de la Tierra, y la Tierra, del Sistema Solar… igual ocurre con los seres vivos: una célula es parte de un tejido y este de un órgano y el órgano de un aparato y el aparato del cuerpo y el cuerpo parte de la vida en su conjunto».

La energía unifica la diversidad, todos somos un trocito de ella

Claro, la tía Luisa no deja cabos sueltos en su pensamiento filosófico, si el universo, es un todo, pero ese todo tiene partes, tiene que haber un nexo, algo que armonice y unifique esas partes. Para ella es la energía, por lo tanto, para ser coherente con su teoría, esa energía es la inteligencia universal. Nos dice: «…¿Qué o quién rige la unificación de todas esas partes si no es la energía como principio unificador?… Esa energía es la inteligencia universal, y todos somos como un trocito de ella».

La existencia está formada por círculos. Está muy claro que, a la luz de los conocimientos actuales, esos círculos a los que se refiere, en la ciencia cosmológica se trata de las distintas dimensiones. Cada círculo es un estadio energético.

También llega a explicarnos uno de los grandes misterios de la existencia en su más amplia concepción. Naturalmente nos lo explica con símbolos reconocibles ya que nuestro lenguaje no podría hacerlo de otra manera. Por eso, la tía Luisa, por boca de su Paco nos dice que la existencia está formada por círculos. Está muy claro que, a la luz de los conocimientos actuales, esos círculos a los que se refiere, en la ciencia cosmológica se trata de las distintas dimensiones. Paco le explicó a la tía Luisa: «Cada círculo es un estadio energético que se cierra o se abre conectado a otros círculos en espiral, de modo que, las uniones, son caminos únicos de la existencia. Durante la vida terrenal nos encontramos en el primero de ellos, en el que tienen lugar las transformaciones en la dimensión del tiempo. Al morir somos restituidos al siguiente y, en él, permanecemos incorpóreos un presente eterno, con la posibilidad de desplazarnos a sucesivos estadios conforme el conocimiento se engrandece con la sabiduría universal».

Cada círculo sería un mundo distinto, es decir, una forma de existencia distinta por estar dotada de dimensiones distintas y sin necesidad de que exista nada físico que los separe.

Está muy claro que la tía Luisa, efectivamente, se refiere a mundos conformados por dimensiones distintas. En realidad, no sé cómo expresar esto, porque al hablar de mundos parece que me refiero a alguna entidad física, como la tierra, o el sistema solar o a cualquier galaxia, y no, no se trata de ese continente físico, sino que, al hablar de mundos, estamos refiriéndonos a distintas formas de existencia. Cada círculo sería un mundo distinto, es decir, una forma de existencia distinta por estar dotada de dimensiones distintas y sin necesidad de que exista nada físico que los separe. Nosotros nos encontramos en el mundo de las tres dimensiones geométricas, largo, ancho y alto que, con el tiempo constituyen el espacio-tiempo, pero no necesariamente, esos otros mundos tendrían que encontrarse en otra entidad física, pueden estar junto a nosotros, pero al tener otras dimensiones distintas, no podemos percibirlos. «Si nosotros imaginamos un insecto que sólo pudiera percibir dos dimensiones, —me decía un día la tía Luisa—, es el caso de la hormiga, solo podrá moverse por el plano, todo lo percibe en esas dos dimensione y difícilmente puede intuir la existencia de una tercera dimensión. Como no ve el volumen, sino todo plano, difícilmente puede imaginar su existencia; no puede imaginar cómo es esa tercera dimensión, aunque esté junto a ella.

En nuestro caminar por la existencia podemos pasar de unos círculos a otros

La novedad en la teoría que nos expone la tía Luisa, es la posibilidad de poder pasar de un «círculo» a otro, a través de «los caminos de la existencia». También resulta novedoso, me refiero respecto al conocimiento científico actual, el que propugne que al morir pasemos a otra dimensión.

Nuestro lenguaje solo sirve para explicar nuestro mundo y no sirve para explicar otras realidades

Está claro que, en esta concepción de la existencia, se produzca un choque, violento diría yo, con algún concepto científico aceptado. Por ejemplo, afirma la tía Luisa que los espíritus están en un círculo (léase dimensión) en el que no existe ni espacio ni tiempo, pero al mismo tiempo habla de evolución. Para nosotros, según nuestros conceptos, evolución significa transformación de parte o del todo, es un cambio que exige sucesión en el tiempo y en el espacio. Para nuestra ciencia, no puede, pues, existir evolución si no existe el espacio y el tiempo. Pero, la tía Luisa rebate este argumento de forma, por lo menos comprensible. Explica el difunto Paco en una de sus apariciones, dirigiéndose a su esposa: «El lenguaje está adaptado solo a tu mundo. Es adecuado para poder expresar la realidad del mundo para el que fue creado y por lo tanto no sirve para explicar lo sobrenatural, lo que escapa a la comprensión de los sentidos». Como decía, se trata de una explicación lógica porque, efectivamente, habría que inventar nuevas palabras para describir nuevos conceptos que derivarían de ese mundo desconocido de otras dimensiones.

Nuestra autonomía como individuos es la misma que tiene una célula dentro de un organismo vivo. A pesar de esa afirmación no se niega la libertad individual y resuelve la paradoja entre predestinación y libertad

Hay algunos otros aspectos, como mínimo chocantes, en el pensamiento de la tía Luisa. Su axioma de que es la naturaleza la que dispone y no el individuo, su afirmación de que nuestra autonomía es la misma que tiene una célula dentro de un organismo vivo, es claramente una negación de la libertad de los individuos y me refiero a los humanos, los que creemos que la libertad es uno de nuestros atributos más valorado. Claramente, la tía Luisa, nos habla de predestinación, ya que esa «sabiduría universal», que ella achaca a la energía, es la que dispone. Sin embargo, pretende no negar la libertad individual, lo que constituye una gran paradoja en ella que la defiende, como también defiende esa otra predestinación. Ella propugna que los humanos estamos dotados de libertad, pero se trata de una libertad relativa, pero la suficiente para ser dueños de nuestro destino y responsables de nuestro caminar por la vida. Así lo muestra en varias de sus historias. Vuelvo a repetir que parece entrar en contradicción, pero en una de las historia su interlocutor deshace tal paradoja: «Por las explicaciones de la tía Luisa, pude entender la aparente paradoja entre predestinación y libertad, pude llegar a penetrar en el más grande de los misterios de la existencia: me vino a contar que el destino consiste en infinitos caminos que se entrecruzan, también infinitamente, de modo que, aunque esos caminos están trazados, como consecuencia de un fin preestablecido, nuestra libertad se manifiesta en cada cruce que nos puede llevar por senderos distintos». Esos caminos convergen en el bien común que impulsa la «sabiduría universal», pero cada uno es un trayecto distinto, que nosotros elegimos en cada cruce. Efectivamente elegimos nuestra vida en cada encrucijada que se nos presenta que es cada decisión que tenemos que tomar, aunque luego caminemos irremisiblemente hacia un determinado final y en esos trayectos encontremos ciertas predestinaciones, catástrofes naturales, enfermedades, revueltas, guerras, todo lo que no podemos elegir que de alguna manera coarta nuestra libertad individual.

«El mal no existe puesto que está encaminado al bien cosmológico. Ese bien, aunque en un primer momento represente la tragedia, supone un avance de toda la naturaleza hacia su perfección.

Según este cuerpo filosófico de la tía Luisa, la naturaleza actúa para lograr un buen fin, pero no escatima los medios. En muchas ocasiones ese fin lo logra tras grandes catástrofes. No cabe duda, que estas catástrofes, para nosotros son el mal. Un cataclismo o una guerra, o una revolución sangrienta, acontecimientos que se llevan muchas vidas humanas y dañan nuestros bienes, claramente nosotros le llamamos «el mal». Es el mal, aunque después se produzca un gran bien. Que alguien mate a alguien, que robe o que cometa un grave delito, es un mal independientemente de que de ello se produzca luego un gran bien para toda la humanidad. Pero la tía Luisa infiere que el mal no existe:  «El mal no existe puesto que está encaminado al bien cosmológico. Ese bien, aunque en un primer momento represente la tragedia, supone un avance de toda la naturaleza hacia su perfección. Me recalcaba la bondad de los acontecimientos, por luctuosos que parecieran».

Grandes catástrofes sociales pueden concluir en nuevos grandes logros sociales. La revolución francesa costó muchas vidas pero supuso un gran paso para el reconocimiento de la dignidad del hombre. Aunque en el orden cosmológico el fin justifica los medios, no es así en el orden humano ya que, nuestras limitaciones, nunca podrían prever los límites de las consecuencias ,

Efectivamente, parece que justifica el mal que se produce para llegar a un buen fin universal. En sus observaciones, la naturaleza justifica los medios necesarios para conseguir un buen fin, es decir pone el bien colectivo por encima del bien individual. En su conocimiento de la Historia de la humanidad, recuérdese el afán de lectura de su esposo y que a ella se lo leía también, le parecía que la «sabiduría universal», actuaba exactamente igual, y grandes catástrofes sociales suponían nuevos grandes logros de esas sociedades. Ambas observaciones las ilustraba con ejemplos, como la formación de las montañas, imprescindible para crear las vertientes de los ríos, en el primer caso, o la Revolución Francesa, en el segundo. Esos ejemplos y otros muchos, parecían darle la razón. Pero en ese mismo párrafo advierte que eso que puede hacer la naturaleza, regida por la «sabiduría universal», no lo puede hacer los humanos. Para nosotros no es lícito. Para nosotros, el fin no justifica los medios y explica por qué: «…aunque me prevenía de la ilicitud ética de provocarlos por parte de los seres humanos, ya que, nuestras limitaciones, nunca podrían prever los límites de las consecuencias. Para ella había que distinguir claramente entre las finalidades sociales, restringidas al bien puramente humano y temporal, y las finalidades en el orden absoluto del cosmos. No perdía ocasión de justificar los grandes males sufridos en la historia de la humanidad, como preludio de perfección. En este sentido, me recordaba grandes acontecimientos que, poco a poco, nos conducían al reconocimiento de la dignidad del hombre y que, en esos días, habían culminado en la declaración universal de los derechos humanos. Su memoria prodigiosa para recordar todo aquello que su marido le leía o le contaba, junto con su increíble capacidad de síntesis de los hechos históricos, hacían de sus argumentos premisas irrebatibles».

Todos somos corresponsables de las acciones del cosmos o de la naturaleza, ya que todos formamos parte de ella.

Para la tía Luisa todos somos corresponsables de esas acciones del cosmos o de la naturaleza, ya que todos formamos parte de ella: «… ¿no serán nuestras pasiones los imperativos de una ley no escrita, o escrita en nuestras entrañas, las que hacen mover el orden cosmológico? … probablemente será así para que la conquista del bien sea el resultado del sacrificio del propio orden establecido…»

Los sentimientos no proceden de ideas previamente concebidas, sino de la interiorización de acontecimientos vividos.

La tía Luisa, en sus historias también analiza los sentimientos humanos negando que esos sentimientos procedieran de ideas previamente concebidas, sino de la interiorización de acontecimientos vividos. Ese es el motivo por el que en ocasiones tenemos sentimientos erróneos ante un determinado acontecimiento inesperado. Según ella los sentimientos recientemente elaborados no son definitivos porque necesitan que la experiencia los consolide: «Es que, amigo mío —me dijo— aunque hay mucha gente que piensa que los sentimientos son dictados directamente del alma, la realidad es muy distinta. Los sentimientos no pueden nacer como algo espontáneo. Es cierto que la necesidad de ellos es tan imperativa que cualquier acontecimiento en seguida nos demanda un sentimiento. Si ese sentimiento, que en ese preciso momento necesitamos, ya lo tenemos previamente elaborado, surgirá nítido y, sea de la índole que sea, nos llenará por completo impulsándonos a una acción congruente. Cuando el acontecimiento sorprende nuestro mundo interior, nos surgirán sentimientos que pueden ser contradictorios y tardaremos un tiempo determinado en una elaboración de los verdaderos sentimientos (que, al mismo tiempo que concuerdan con nuestra personalidad, son congruentes con el acontecimiento y con el fin preestablecido). Por esta razón, el hombre prudente, deberá reprimir la acción que tales sentimientos —los forzados por acontecimientos no experimentados previamente— impulsen, ya que nos pueden abocar hacia los mayores errores que los humanos podemos cometer».

El odio parece ser una excepción y se explica como sentido de la justicia universal

También en este análisis hay ciertas contradicciones, por lo menos aparentemente. Uno de los sentimientos sobre el que más profundizó, fue el odio, pero relacionado con una de sus consecuencias más dañinas, la venganza, y, en contra de lo que propugnaba para el resto de los sentimientos, este consideraba que era dictado por el propio instinto encaminado a la consecución de la justicia: «… Hemos meditado por qué el alma lo alimenta y se ensancha en el sabor de la venganza, convirtiéndola, a veces, en el único fin de una vida. Yo, que nunca he odiado, no llego a comprenderlo, por mucho que mi Paco, en su concepción racionalista, tratara de explicarlo como sentido de la justicia universal que forma parte de nuestro más elemental instinto».

Efectivamente, en su análisis, llega a la conclusión de que, en los códigos más antiguos lo que impera es la venganza como forma de justicia:

Efectivamente, en su análisis, llega a la conclusión de que, en los códigos más antiguos lo que impera es la venganza como forma de justicia: «… en el primitivismo del mundo, antes de que se inventaran las leyes humanas y cuando la única ley imperante era la de la naturaleza, la del universo, la única forma de justicia era la venganza. Incluso, decía, en los primeros códigos, las leyes propugnaban esa venganza. Así, el código más antiguo que se conoce, el de Hammurabi, establece la ley del Talión “el ojo por ojo y diente por diente”»

Aunque en la actualidad, sobre todo en las sociedades occidentales avanzadas, las penas que propugnan las leyes tienen una cierta filosofía piadosa con el penado, la reinserción en la sociedad, la realidad es muy otra. En el plano psicológico, la víctima que pide justicia para quien lo ha agredido, ya sea físicamente o en sus intereses o en sus familiares, esa justicia que reclama, en la mayor parte de los casos, es la venganza.

Es cierto que, en la actualidad, sobre todo en las sociedades occidentales avanzadas, las penas que propugnan las leyes tienen una cierta filosofía piadosa con el penado, la reinserción en la sociedad, como fin último de la pena. Poco a poco, en nuestras sociedades, fueron calando las ideas de una antropología optimista, iniciadas por Sócrates que afirma que «la maldad es ignorancia» o, más tarde, la de Rousseau, que cree en «la bondad de los hombres». Concepción Arenal llega a decir, «… abrid escuelas y se cerrarán cárceles». Estas ideas de «optimismo antropológico», se convirtieron, al menos en el papel, en esa intención de raciocinación de las penas con el propósito de reinserción. Pero la realidad es tozuda, no hay más que ver como se aplican esas penas y la poca voluntad existente en la mayoría de penales para lograr esa reinserción, eso sin contar la gran cantidad de países en los que aún existe la pena de muerte, incompatible totalmente con la reinserción. Ningún muerto, aunque la causa de su muerte sea una pena de la justicia, puede reinsertarse en la sociedad. En el plano psicológico, la víctima que pide justicia para quien lo ha agredido, ya sea físicamente o en sus intereses o en sus familiares, esa justicia que reclama, en la mayor parte de los casos, es la venganza. No hay más remedio que darle la razón a la tía Luisa.

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