Sobre la vida y la obra de Antero Jiménez Sánchez

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Por: LAUREANO MELA ESPINOSA

(Presidente de la Asociación Hispana de Escritores)

 

Antero Jiménez Sánchez, estudió el bachillerato en el instituto de Jaén y la carrera de Derecho y parte de la de Filosofía y Letras en la Universidad de Granada. De amplios conocimientos humanísticos, se ha dedicado siempre a la enseñanza, habiendo sido profesor auxiliar de los Ciclos Lengua y Literatura y Geografía e Historia en el Instituto de Torredonjimeno.

Es hombre reconcentrado, amante de la soledad y de fuerte temperamento poético, de una receptividad casi enfermiza. La enseñanza, la lectura y la poesía son las tres grandes pasiones de su vida, llegando a hacer un culto de la belleza.

A los doce años ya escribe versos que recoge en su libro titulado «Cosas de mi Lira» cuyo contenido delata ya al buen versificador, aunque las poesías sean un tanto ingenuas, poesías de una juventud demasiado temprana, pero que tienen el mérito de la perfecta metrificación y que contienen el embrión, la promesa de un mayor logro. Estas primeras poesías son reflejos de las primeras lecturas del poeta: Espronceda, Campoamor y Zorrilla.

Pronto Antero Jiménez cambia de rumbo, apuntando ya hacia una tierna y melancólica nebulosidad, e inaugura una segunda época que perfila la verdadera personalidad de Jiménez, influenciada principalmente por Bécquer, y en esta época publica poesías en periódicos y varias revistas de la provincia.

Todavía podemos apreciar en el poeta de Torredelcampo una tercera época en la que sienta, por fin, su temperamento lírico.

Ha leído con entusiasmo la producción poética de Juan Ramón Jiménez y ha hecho, ya para siempre, su norte y su guía del poeta de Moguer. En esta tercera época se va depurando hasta alcanzar la perfección lírica, pero sin conceder ningún deje siquiera a los ismos modernos.

Antero Jiménez, en esta época nos presenta una nueva modalidad, la prosa poética, inspirada en el libro de Juan Ramón Jiménez «Platero y Yo», prosa más lírica que sus propios versos.

No cultiva Antero Jiménez el poema largo, signo que su inspiración se vacía siempre en composiciones comprimidas, sin regodeos ni divagaciones inútiles, tendiendo siempre a la expresión máxima con el menor número de palabras, y empleando una adjetivación precisa y elegante al mismo tiempo:

……………….. Tras los focos brillantes vuelan mariposas negras

Otro ejemplo de concisión y adjetivación perfecta se ve en estos otros versos:

……………………………. Ibas como soñando

sobre mi hombro echada,

la tarde se moría

tras de los montes malvas…

 Me decías no sé qué

-perdida la mirada-

en un dulce e infinito

sueño de cosas altas…

 ………………………………

Venías como soñando

sobre mi hombro echada,

fría y febril, temblando de imposibles

en la pureza de la noche clara.

No tiene Antero Jiménez sus poesías ordenadas y recogidas en un libro, sino desperdigadas en revistas y periódicos: «Advinge», «Alver de Olivo», diario «Jaén», o colaborando con otros poetas en una serie de Antologías publicadas en Madrid y en Barcelona: «Rumbos»: Antologías 1949, 1950, 1951 y 1952, pero en la actualidad prepara una edición completa de sus poesías y de sus poemas en prosa.

El amor al paisaje, a la soledad del campo es la nota dominante de Antero Jiménez.

El periodista de «Jaén», Moreno Bravo dice del poeta: «Nuestro hombre escribe recreándose en el ambiente encalmado, en la serenidad casi litúrgica de nuestros campos»:

………………………………

Mira que paz, despierta,

sólo un carro chillón suena en la siesta.

Es Antero Jiménez el poeta de nuestro campo, poeta de atardeceres en la campiña y en la ribera, viendo volar las palomas hacia los campaniles aldeanos:

………………………………

El cielo -como Kant- sobre mi frente

y con la ley moral en mi conciencia,

con un libro en la mano

me he dormido en la huerta…

El sol lo fríe todo

en la sartén inmensa de la siesta

y todo es amarillo

menos las verdes ramas de la higuera.

Un vientecillo flojo, desmayado,

que hace vibrar las hojas, me despierta.

¡Qué paz augusta siento

sintiendo a Dios tan cerca… !

y el cielo -como Kant- sobre mi frente

y con la ley moral en mi conciencia.

En derredor de él, sigue diciendo Moreno Bravo, nuestro paisaje, nuestros atardeceres, nuestras lejanías…:

.……………….

Cruzan allá las esquilas

por el monte verdinegro,

y una paz, dulce y suave

va de esmeralda tiñendo

los caminos del presente

y el ángelus del recuerdo.

Nuestro poeta dialoga bajo los frutales en su huerto escondido como el de un místico, y se extasía, dulce y blandamente, en los retornos fugaces a su solar.

En la Antología poética de Antero Jiménez, que hemos leído, queda su nombre, entre los líricos jiennenses.

La paz serena y melancólica del poeta se impregna a veces de un pasajero pesimismo, como en este poema:

……………………

¡Ay qué triste es esperar

cuando no se espera nada…!

cuando el día que anhelamos

es igual al día que pasa…

y por todos los caminos

está de regreso el alma,

sin una meta ni un norte

en qué fijar la mirada.

Todo en la vida algo espera

con qué saciar la esperanza…

Espera la novia al día

de su boda, ilusionada.

Espera su nido el ave

ver terminado en la rama.

Espera el gañán cantando…

y el pastor en la majada,

y el pescador en el río…

y el padre espera con ansia

la vuelta del «hijo pródigo»

que se marchó de la casa…

…Y el día espera a la noche

y la noche espera al alba

y el alba al beso del sol

cálido de la mañana.

Tras la fatiga el reposo…

Después del dolor la calma…

solo yo voy por la vida

sin norte y sin esperanza,

-nada delante del pecho…

todo detrás de la espalda-.

¡Ay qué triste es esperar

cuando no se espera nada!

 En el arpa lírica de Antero Jiménez no podía faltar la cuerda religiosa, estando aquí, quizá, lo más maduro y conseguido del poeta, que sigue la tradición de la mayoría de nuestros líricos, desde Berceo a Unamuno. Tiene una trilogía de sonetos «A Jesús Crucificado» de buena inspiración.

Entre los sonetos no religiosos merece especial mención el «Soneto a Cambil», en donde pinta magistralmente el típico pueblecito serrano.

De esta última época son los depurados poemas «Romance a Pinito del Oro» que figura en la trilogía de dicha artista, y «Duérmete» pleno de melancólica ternura.

Ya dijimos que la verdadera personalidad poética de Antero Jiménez no está en sus versos sino en sus poemas líricos en prosa, en los que sigue el camino de «Platero y Yo» de Juan Ramón Jiménez. Son poemas cortos en los que el poeta describe recuerdos, paisajes y personas con cautivadora sencillez y esfumante belleza.

(Fue prólogo a la 1ª Edición del Libro de Antero Jiménez Sánchez  POEMAS LÍRICOS)

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