TREINTA AÑOS DESPUÉS – críticas

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TREINTA AÑOS DESPUÉS: UNA NOVELA DISTINTA

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Por Soledad Sonora

Crítica literaria – Revista literaria

Debo empezar diciendo que “Treinta años después”, no me ha parecido una novela al uso; incluso, el género novela, probablemente le quede corto. De una novela, el lector espera que su lectura produzca una especie de catarsis, en lo que a expectativas se refiere, que haga eso que hoy día se ha venido en llamar “que enganche”. Tan es así que, el afán comercial, llega a calificar la calidad de una novela en función de la intensidad de esa catarsis. Es precisamente por esta razón por lo que, pienso que, no sólo para esta novela, sino para muchísimas otras, debería considerarse nuevos subgéneros que permitan valorarlas sin ese incentivo comercial que suele no apreciar los auténticos valores literarios. Y me atrevo a más… obvian otras emociones, que, aunque no “enganchen”, si que producen y reproducen profundos sentimientos en el lector que, de alguna manera, puede llegar a mimetizarse con personajes y situaciones de la narración.

¿En qué subgénero encuadraríamos esta novela?… ¿Biográfica?…  No lo es, porque, aunque son los protagonistas los que narran lo que les acontece, la narración no describe acontecimiento vividos por el autor. Podríamos hablar de estilo autobiográfico, pero es la forma que el autor ha elegido para estructurar su narración. ¿Podríamos decir que el subgénero es memorias?… Realmente tampoco, por la misma razón anterior. Sigue siendo ficción. El autor trata de plantear, de los millones de situaciones reales que se dan en la vida real, (valga la redundancia), una de ellas. Aquí es, precisamente donde se encuentra la diferencia: El autor parece que no pretende contar una historia sino hacer un análisis de unas situaciones peculiares, situaciones que tratan de hacer aflorar los sentimientos que llevan a los protagonistas a provocar esas situaciones y, al mismo tiempo, los sentimientos que las situaciones, a su vez provocan.

Está claro que, al autor, en esta novela, sólo le interesa hablar de esos sentimientos, por eso las situaciones, —la “historia que subyace”, es lo de menos—, es simplemente el vehículo que necesita para explicar y analizar esos sentimientos. En esta novela, la historia es algo secundario, algo que, aunque imprescindible, interesa poco. Naturalmente, en este caso, la creación literaria no pretende crear una historia. Hay que crearla, claro, pero será una historia sencilla, porque esa historia sólo es la excusa para plantear situaciones que “hagan sentir a los personajes”. Por lo tanto, en “Treinta años después”, la auténtica creación literaria son esos personajes.

En la mayor parte de la extensa obra de Antero Jiménez destaca la descripción de los paisajes que los eleva a la categoría de personajes, porque se convierten en imprescindibles para marcar el carácter de los protagonistas condicionados por el entorno que les rodea. Pero es muy significativo que en “Treinta años después” prescinda del paisaje, a diferencia de todas sus demás novelas, no hay ni una sola descripción (solo una somera referencia a una plaza y unas calles de Cambil), ni de un triste paisaje, ni siquiera de una simple habitación. La razón es muy sencilla: Trata de desnudar el alma de dos de los personajes y creo que utilizar descripciones habría distraído de ese objetivo. Se trataba de mostrar el alma de Victoria escindida entre dos amores y entre su educación y lo que verdaderamente está sintiendo. Tenía que destacar ese choque tan tremendo que puede condicionar toda la vida de cualquier persona. Tenía que mostrar sus miedos, sus titubeos, sus dudas. Todos sus condicionantes, sus fortalezas y sus debilidades. Tenía que crear a un Roberto, inteligente, con un sentido de la lealtad llevado a lo heroico. Un hombre que ha tenido todo pero que encuentra su verdadero amor en el último tramo de su vida. Un hombre que ama por los dos atrapado en un amor imposible por convencionalismos sociales y por el carácter de Victoria. Tenía que plantear varias tesis referentes al amor y al sexo. Por todas estas razones creo que introducir algo ajeno a todo esto habría sido distraer y apartarse del objetivo. Su búsqueda de lo que pueda ser el sentimiento puro, la humanidad de sus personajes, le lleva al autor a manifestar la subjetividad de las emociones y lo hace mostrándono

Debo empezar diciendo que “Treinta años después”, no me ha parecido una novela al uso; incluso, el género novela, probablemente le quede corto. De una novela, el lector espera que su lectura produzca una especie de catarsis, en lo que a emociones se refiere, que haga eso que hoy día se ha venido en llamar “que enganche”. Tan es así que, el afán comercial, llega a calificar la calidad de una novela en función de la intensidad de esa catarsis. Es precisamente por esta razón por lo que pienso que, no sólo para esta novela, sino para muchísimas otras, debería considerarse nuevos subgéneros que permitan valorarlas sin ese incentivo comercial que suele no apreciar los auténticos valores literarios. Y me atrevo a más… obvian otras emociones, que, aunque no “enganchen”, si que producen y reproducen profundos sentimientos en el lector que, de alguna manera, puede llegar a mimetizarse con personajes y situaciones de la narración.

¿En qué subgénero encuadraríamos esta novela?:

¿Biográfica?…  No lo es, porque, aunque son los protagonistas los que narran lo que les acontece, la narración no describe acontecimientos vividos por el autor. Podríamos hablar de estilo autobiográfico, pero es la forma que el autor ha elegido para estructurar su narración.

¿Podríamos decir que el subgénero es memorias?… Realmente tampoco, por la misma razón anterior. Sigue siendo ficción. El autor trata de plantear, de los millones de situaciones reales que se dan en la vida real, (valga la redundancia), una de ellas. Aquí es, precisamente donde se encuentra la diferencia: El autor parece que no pretende contar una historia sino hacer un análisis de unas situaciones peculiares, situaciones que tratan de hacer aflorar los sentimientos que llevan a los protagonistas a provocar esas situaciones y, al mismo tiempo, los sentimientos que las situaciones, a su vez provocan.

Está claro que, al autor, en esta novela, sólo le interesa hablar de esos sentimientos, por eso las situaciones, —la “historia que subyace”, es lo de menos—, es simplemente el vehículo que necesita para explicar y analizar esos sentimientos. En esta novela, la historia es algo secundario, algo que, aunque imprescindible, interesa poco. Naturalmente, en este caso, la creación literaria no pretende crear una historia. Hay que crearla, claro, pero será una historia sencilla, porque esa historia sólo es la excusa para plantear situaciones que “hagan sentir a los personajes”. Por lo tanto, en “Treinta años después”, la auténtica creación literaria son esos personajes.

En la mayor parte de la extensa obra de Antero Jiménez destaca la descripción de los paisajes que los eleva a la categoría de personajes, porque se convierten en imprescindibles para marcar el carácter de los protagonistas condicionados por el entorno que les rodea. Pero es muy significativo que en “Treinta años después” prescinda del paisaje, a diferencia de todas sus demás novelas, no hay ni una sola descripción (solo una somera referencia a una plaza y unas calles de Cambil), ni de un triste paisaje, ni siquiera de una simple habitación. La razón es muy sencilla:

Trata de desnudar el alma de dos de los personajes y creo que utilizar descripciones habría distraído de ese objetivo. Se trataba de mostrar el alma de Victoria escindida entre dos amores y entre su educación y lo que verdaderamente está sintiendo. Tenía que destacar ese choque tan tremendo que puede condicionar toda la vida de cualquier persona. Tenía que mostrar sus miedos, sus titubeos, sus dudas. Todos sus condicionantes, sus fortalezas y sus debilidades. Tenía que crear a un Roberto, inteligente, con un sentido de la lealtad llevado a lo heroico. Un hombre que ha tenido todo pero que encuentra su verdadero amor en el último tramo de su vida. Un hombre que ama por los dos atrapado en un amor imposible por convencionalismos sociales y por el carácter de Victoria. Tenía que plantear varias tesis referentes al amor y al sexo. Por todas estas razones creo que introducir algo ajeno a todo esto habría sido distraer y apartarse del objetivo. Su búsqueda de lo que pueda ser el sentimiento puro, la humanidad de sus personajes, le lleva al autor a manifestar la subjetividad de las emociones, y lo hace mostrándonos la percepción de dos personajes distintos que participan de un mismo acontecimiento. Casi todos los hechos que se narran son contados de forma dual. Tanto Roberto como Victoria nos cuentan como han vivido cada uno de esos acontecimientos y qué es lo que han sentido.

Tal como empecé este artículo dedicado a analizar “Treinta años después” del escritor Antero Jiménez, quiero terminar reafirmándome en que estamos en una de sus novelas que se sale de lo que son los usos, para convertirse en uno de los mejores logros literarios, quizás, me atrevo a decir de los últimos años en nuestro país y en nuestra lengua.

s la percepción de dos personajes distintos, de un mismo acontecimiento. Casi todos los hechos que se narran son contados de forma dual. Tanto Roberto como Victoria nos cuentan como han vivido cada uno de esos acontecimientos y qué es lo que han sentido. Tal como empecé este artículo dedicado a analizar “Treinta años después” del escritor Antero Jiménez, quiero terminar reafirmándome en que estamos en una de sus novelas que se salen de lo que son los usos para convertirse en uno de los mejores logros literarios, quizás, me atrevo a decir de los últimos años en nuestro país.

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